David Lipszyc, propietario de la acuarela original y ex director de la Escuela Panamericana de Arte, tuvo la gentileza de enviarme una imagen electrónica de mi vieja Gioconda. Hacía casi 30 años que no la veía. No está mal, aunque tiene problemas de composición. Por eso sólo muestro algunos fragmentos, y en un par de ellos, el fondo fué eliminado. Creo que en cualquier momento, ya que la idea me sigue gustando, haré una nueva versión.
En primer lugar vemos a la muchacha, en su pose tradicional, tranquila, relajada, dueña de la situación, aunque se adivina un perceptible temblor en sus manos.
En la imagen siguiente exhibe sus magníficas piernas. Se adivina una aún tímida oferta sexual.
El maestro Leonardo Da Vinci, fuera de sí, increpándola por algo que desconocemos. Tiene aspecto de individuo bastante sucio e irascible. En fin, tal vez ella se moviera mucho, algo así.
Conversando acerca de lo poco confiable que son las mujeres encontramos a Vincent VanGogh, con su oreja recién cortada, y a su compañero de mesa, el indio Patoruzú, histórico personaje del cómic argentino. La botella de ginebra ayuda a soportar las horrendas confesiones de ambos.
El pobre Popeye, detrás del mostrador, cargando con el inútil de Wimpy, como siempre.
Al pié del mostrador, presintiendo su triste final, la pequeña y accesible Betty Boop,
Bebiendo cerveza, Donald exhibe su hueco optimismo, sin otro proyecto que el mero sobrevivir.
Es todo, buenas tardes.